LAS MANOS artesanas que se hunden en el barro uniforme y mojado, sustraído de la tierra nativa, hasta transformarlo en cazuelas, platos, figuras, comales y ollas. Elaboran piezas exquisitas e irrepetibles. Capturan dibujos de aves, flores y paisajes, como si al pintarlos, al grabarlos, al extraer de sus mentes la cosmovisión que llevan en las arterias, en la sangre, reprodujeran las siluetas de la naturaleza y de un paraíso indígena que quedó atrapado en las páginas de la historia y en la memoria colectiva de un pueblo.
Son artistas. Con creatividad e imaginación, los artesanos superan el valor utilitario de sus objetos de barro, dándoles uno ornamentario, porque son herederos de una tradición legendaria. Recibieron de sus antepasados el conocimiento y las técnicas para elaborar objetos de cerámica.es una escalera, un laberinto, un túnel, que, de seguirse, trasladarías, hasta los otros días, los de aquellas culturas prehispánicas que elaboraban, también con barro, ídolos, vasijas, sahumadores y urnas.
Tras la mezcla de tierras, tintes naturales y texturas, y el proceso de cocido en hornos en hornos rústicos, las manos artesanas pintan réplicas del mundo, sueños y trozos de vergeles, y lo mismo captan el campo de intensa policromía y el cielo con estrellas, luna y sol, que un pez o una imagen fantasiosa. Así les enseñaron sus padres, sus abuelas, sus antepasados, los que ya no están y se encuentran presentes, en esencia, en las técnicas, ancestrales de la cerámica, en las casas de adobe que desafían al tiempo, en los cerros que ocultan vestigios de otro pueblo.
